EUROPA
PRESS
4 julio
2023
¿Podrían
predecir los microbios intestinales el Alzheimer?
Las personas que se encuentran en la
fase inicial de la enfermedad de Alzheimer, es decir, después de que hayan
comenzado los cambios cerebrales pero antes de que se manifiesten los síntomas
cognitivos, albergan una variedad de bacterias en sus intestinos que difiere de
las bacterias intestinales de las personas sanas, según un estudio realizado
por investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington
(Estados Unidos).
Los resultados, publicados en la revista 'Science Translational Medicine',
abren la posibilidad de analizar la comunidad bacteriana intestinal para
identificar a las personas con mayor riesgo de desarrollar demencia y diseñar
tratamientos preventivos que alteren el microbioma
para evitar el deterioro cognitivo.
"Aún no sabemos si el intestino influye en el cerebro o
si el cerebro influye en el intestino, pero en ambos casos es valioso conocer
esta asociación", afirma el coautor Gautam Dantas,
catedrático Conan de Medicina Genómica y de Laboratorio.
"Podría ser que los cambios en el microbioma intestinal
no sean más que una lectura de cambios patológicos en el cerebro --añaden--. La
otra alternativa es que el microbioma intestinal esté contribuyendo a la enfermedad
de Alzheimer, en cuyo caso alterar el microbioma intestinal con probióticos o
transferencias fecales podría ayudar a cambiar el curso de la enfermedad".
La idea de estudiar la conexión entre el microbioma
intestinal y la enfermedad de Alzheimer surgió en un partido de fútbol juvenil,
donde Dantas y Beau M. Ances, catedrático de
Neurología Daniel J. Brennan, charlaban mientras sus hijos jugaban. Ances trata y estudia a personas con Alzheimer y Dantas es
experto en microbioma intestinal.
Los científicos ya sabían que los microbiomas intestinales
de las personas con Alzheimer sintomático difieren de los microbiomas de las
personas sanas de la misma edad. Pero, según explica Ances
a Dantas, nadie había estudiado aún el microbioma intestinal de personas en la
fase crítica presintomática.
"En el momento en que las personas presentan síntomas
cognitivos, ya se han producido cambios significativos que a menudo son
irreversibles --añade Ances, el otro coautor del
estudio--, pero si se puede diagnosticar a alguien en una fase muy temprana del
proceso de la enfermedad, ése sería el momento óptimo para intervenir
eficazmente con una terapia".
Durante la fase inicial de la enfermedad de Alzheimer, que
puede durar dos décadas o más, los afectados acumulan cúmulos de las proteínas
beta amiloide y tau en el cerebro, pero no muestran signos de neurodegeneración
o deterioro cognitivo.
Dantas, Ances y la primera autora,
la doctora Aura L. Ferreiro, entonces estudiante de posgrado en el laboratorio
de Dantas y ahora investigadora posdoctoral, evaluaron a participantes
voluntarios en estudios del Centro de Investigación de la Enfermedad de
Alzheimer Charles F. y Joanne Knight de la Universidad de Washington. Todos los
participantes eran cognitivamente normales. Como parte de este estudio, los
participantes proporcionaron muestras de heces, sangre y líquido
cefalorraquídeo; llevaron diarios de alimentos; y se sometieron a escáneres
cerebrales PET y MRI.
Para distinguir a los participantes que ya se encontraban en
la fase inicial de la enfermedad de Alzheimer de los que estaban sanos, los
investigadores buscaron signos de acumulación de beta amiloide y tau mediante
escáneres cerebrales y líquido cefalorraquídeo. De los 164 participantes,
aproximadamente un tercio (49) presentaba signos de Alzheimer en fase inicial.
Un análisis reveló que las personas sanas y las que padecían
la enfermedad de Alzheimer preclínica tenían bacterias intestinales
notablemente diferentes --en cuanto a las especies de bacterias presentes y los
procesos biológicos en los que intervienen esas bacterias-- a pesar de seguir
básicamente la misma dieta.
Estas diferencias se correlacionaban con los niveles de
amiloide y tau, que aumentan antes de que aparezcan los síntomas cognitivos,
pero no con la neurodegeneración, que se hace evidente más o menos cuando
empiezan a declinar las capacidades cognitivas. Según los investigadores, estas
diferencias podrían servir para detectar la enfermedad de Alzheimer en sus
primeras fases.
"Lo bueno de utilizar el microbioma intestinal como
herramienta de detección es su sencillez y facilidad --afirma Ances--. Algún día las personas podrán proporcionar una
muestra de heces y averiguar si tienen un mayor riesgo de desarrollar
Alzheimer. Sería mucho más fácil y menos invasivo y más accesible para una gran
parte de la población, especialmente los grupos infrarrepresentados, en
comparación con los escáneres cerebrales o las punciones lumbares", añade.
Los investigadores han puesto en marcha un estudio de
seguimiento de cinco años diseñado para averiguar si las diferencias en el
microbioma intestinal son causa o consecuencia de los cambios cerebrales que se
observan en los primeros estadios de la enfermedad de Alzheimer.
"Si existe una relación causal, lo más probable es que
sea inflamatoria --afirma Dantas, que también es catedrático de Patología e
Inmunología, Ingeniería Biomédica, Microbiología Molecular y Pediatría--. Las
bacterias son unas fábricas químicas asombrosas, y algunos de sus metabolitos afectan
a la inflamación en el intestino o incluso llegan al torrente sanguíneo, donde
pueden influir en el sistema inmunitario de todo el cuerpo".
Advierte de que "todo esto es especulativo en este
momento, pero si resulta que hay una relación causal, podemos empezar a pensar
si promover las bacterias 'buenas' o deshacerse de las bacterias 'malas' podría
ralentizar o incluso detener el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer
sintomática".